Rulos. Blancos. Como de nylon. Arrugas, misma cara, 40 años más. Una especie de toga, larga, doblados los puños, es grande. Martillo. Golpe, golpe, golpe.
Pelo corto. Rojizo. Brushing. Lapiz labial de Farmacity. Traje gris. Zapatos de local barrial. Negros, taco grueso. Litiga, litiga, tapa los golpes con la voz.
Pelo largo. Revuelto. Rojizo. Colita alta. Chicle. Globos. Campera de cuero. Remera bordó. Masca, masca y levanta el dedo acusador.
Pelo eterno. Suelto. Raya al costado. Rojizo. Manos en la cara. La sostienen. Sentada tras una mesa. Llora en silencio. Se agacha, el dedo la apunta.
Es el juicio de la mente. Es todas: la jueza, la abogada barata, la acusante y la acusada.
El delito? Querer todo, todo y más.
La condena? Vivir con este hambre voraz.
El Padecimiento? Intermitente. Cuando le pinta el protagonismo a más de una a la vez.
La que quiere, desmedida: quiere postgrado, quiere las tablas, quiere la guita, quiere el idioma, quiere el pasaporte lleno de sellos, quiere que la amen, quiere que la conozcan, quiere ser anónima para comprarse discos en el mercado de pulgas de Amsterdam. Quiere una banda donde ella canta, fuck off el talento. Quiere dirigir pero le da paja hacerlo. Quiere estar ahí. Arriba. Alto. Con los premios. Quiere irse a la concha de la lora, sabiendose lograda. Quiere no pensar si puede, quiere sólo hacerlo. Que broten las cosas, las chances, los proyectos, que todo sea sisisi hasta que se canse de poder. Quiere que sea gratis, por trueque: soy linda, te dejo que me veas vivir mi vida a cambio de que haga lo quiera, podemos?
La que acusa: de algo hay que vivir, el hippismo no es lo tuyo, bien que te gusta comer afuera, comprarte pilchas, ir a un recital. Bien que te jode que te miren por la calle, la responsabilidad, la presión, el rush adrenalínico. Te incomoda la luz, el spot, el reconocimiento. Donde lo pondrías? Tanto lo esperaste que el espacio para eso se llenó de veladores, ruedas de auxilio y un gato muerto.
La Abogada: defiende. De quién y por qué? Porque alguien tiene que hacerlo. Pone en la balanza, presenta los cargos, los maneja a su antojo, los disfraza, los compra y los vende. Luego los anula, los ensucia, los escupe con risa y dientes amarronados.
La jueza: Tiene peluca. Que podemos decir de alguien que todavía usa ese tipo de peluca? Está ahí porque alguien tiene que poner coto. Coto a qué? Coto a esta demencia que les hace chorrear el cerebro. Sale liquido encefálico, juguito verde con olor a chuleta. Sale por la nariz cuando estornuda y por los ojos cuando llora. Saleee y no para y Elite le ofrece acciones en la Bolsa de tanto llenarla.
Y así van, las 4 de la mano. Paseando, atadas con esa soga de perro que usan los padres que no pueden controlar a sus hijos de hecho. Pasean, se tientan, lo piensan, lo suben, lo bajan y lo acomodan ahí, donde menos ruido hace, debajo de la almohada. Lo duermen. Y lo sueñan. Se levantan como si se hubieran acostado hace 3 minutos. Cansadas. Porque el martillo, el dedo, el traje barato, el chicle y los sueños no la dejan dormida.
1 comentario:
wooooow.impresionante. es excelente!
que kilombo...jajaj
que kilombo
todas convergen y emergen en aires triunfales, de gloria. todas viven y se nutren. la sinergia.
y en esa sinergia, tu genio, un genio.
hablamos
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